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Nuestra Señora del Rosario

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¿Qué pobre se cansó de pedir dones?... ¿Qué enamorado de decir ternezas?

Con estas dos preguntas termina un hermoso soneto al santo Rosario, interpelándonos a ti y a mí, que probablemente tantas veces hayamos tenido la tentación de desistir de esta oración por considerarla aburrida o monótona. ¿Qué enamorado se ha cansado de decir ternezas a la mujer amada?¿Qué pobre ha dejado de mendigar para poder llevarse algo que comer? Ciertamente, rezar el santo Rosario es cuestión de amor. Es cuestión de enamorados. Y de pobres, que piden lo que necesitan para vivir. Más aún, es cuestión de hijos que aman con locura a su Madre.

Hace muchos, muchos años...

En torno a 1570 la flota del Imperio turco amenazaba Europa. Más aún, amenazaba la Cristiandad, y no tanto como unidad política, sino como expresión del catolicismo. La libertad de los cristianos y el libre desarrollo de la fe estaban en peligro en Europa, como ya lo estuvieron en Tierra Santa y en tantos lugares del norte de África, donde la fecunda vida de la Iglesia fue truncada por la espada y reducida prácticamente a la clandestinidad.

Por esa época, un hombre pequeño de estatura y delgado, aparentemente insignificante, pero de gran valía, alzó la voz desde su ciudad de Roma. Era un Papa. Un santo. San Pío V. Convocó la Santa Liga para defender la fe en Europa. Un gran ejército, aunque pequeño en proporción ante una gran amenaza. Pero la confianza del Papa santo no estaba en la espada o en los cañones de los barcos, sino en la Madre de Dios. Él no buscaba éxitos políticos o militares, ni fama de ningún tipo. El día de su profesión religiosa había entregado su vida a Dios, para vivir en pobreza y seguir a Cristo pobre, obediente, humilde...crucificado. Había entregado su vida "ut Vitam habeant" (Jn 10,10), para que tengan vida, para que el mundo conozca al Vida. Su interés era la salvación de las almas, la protección de tantos hijos en la fe que estaban a su cargo como Vicario de Cristo. También él, tras el correr de los siglos, volvía a oír como dirigidas a su persona aquellas palabras del Buen Pastor: "Pastorea mis ovejas" (Jn 21), y no podía desatenderlas.

En 1571, haciendo vida aquella antiquísima oración: "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos siempre de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita!" y fiel a la enseñanza de su padre espiritual, santo Domingo de Guzmán, hizo que las tropas rezaran el Rosario y él mismo, en el transcurso de la batalla, en la austeridad de su celda, dirigía sus plegarias a la Madre de Dios. La amenaza fue vencida. Europa fue liberada del peligro. Y el Papa, ante esa victoria, no se encumbró. Se humilló. Se postró a los pies de Nuestra Señora. Y quiso que todo el mundo supiera que no fue el ejército, el Papa o el rey quien protegió la Iglesia, sino la Virgen María. Por eso, desde entonces, cada 7 de octubre (fecha de la victoria de la batalla de Lepanto) la Iglesia celebra con alegría la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado. (San Josemaría)

También hoy nos enfrentamos con batallas y amenazas a la fe. La Iglesia sigue navegando en el turbulento mar del mundo, como entonces. Y, como entonces, navega confiada, porque se sabe protegida por la intercesión poderosa de la Madre de Dios.

Tú y yo tenemos nuestras luchas, nuestras dificultades. A veces, parece incluso que la batalla está perdida. ¡No perdamos la confianza! Como decía san Bernardo: ¡acude a María!¡Invoca a María! Invócala con corazón de enamorado, con la confianza de un hijo en brazos de su madre, con la alegría del que sabe que alguien cuida de él.

Formemos de nuevo un ejército, no para combatir con las armas, sino contra el demonio y sus ángeles. El ejército de los que rezan el Rosario. El ejército de Santa María, para instaurar el Reino de Cristo. Y así, confiados en la intercesión de la santa Madre de Dios, podremos cantar aquello de los mártires de Barbastro, esos jóvenes seminaristas que fueron fusilados por odio a la fe en 1936, tanto en los éxitos como en los aparentes fracasos ("porque para Dios nada hay imposible"):


Jesús ya sabes, soy tu soldado

Siempre a tu lado yo he de luchar,

contigo siempre y hasta que muera,

una bandera y un ideal.

¿Y qué ideal? ¡Por ti, Rey mío, la sangre dar!


Virgen María, Reina del Cielo,

dulce consuelo dígnate dar,

cuando en la lucha tu fiel soldado

caiga abrazado con su ideal.

¿Y qué ideal? ¡Por ti, mi Reina, la sangre dar!



APÉNDICE:

  • Aquí dejo un enlace sobre cómo rezar el Rosario y los misterios que se contemplan cada día. Rezar el Rosario es ir desgranando avemarías de la mano de María, poniendo nuestra vida en sus manos mientras repasamos en la memoria y en el corazón los misterios de la vida de Jesús: https://opusdei.org/es-es/article/santo-rosario-3/



  • Si te interesa conocer la historia de la batalla de Lepanto y pasar un rato agradable, te recomiendo el libro: "El último cruzado", de Louis de Whol (editorial Palabra)



 
 
 

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