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Mi 1ª asamblea nacional de la RCCE: Calentando motores

Actualizado: 21 may




Esta reseña quería haberla elaborado pocos días después de la celebración de la asamblea (los días 01, 02 y 03 de julio), como broche final al curso 2021-2022, que este año sí, después de la pandemia, ha podido llevarse a cabo, a pesar de que pilló justo en la enésima ola de contagios. Pero como “más vale tarde que nunca”, pues aquí está para ir calentando motores de cara al comienzo del nuevo curso.


Día 1:

La asamblea comenzó el viernes por la mañana, allí llegaron algunos integrantes del grupo Shemá Israel, y por la tarde, llegamos otros cuantos. Para la mayoría era la 1ª vez que participábamos en una asamblea de este tipo, algunos con nuestras resistencias los días previos, pero todos con la ilusión de compartir la experiencia con el grupo y vivirla con toda intensidad. Los veteranos, por su parte, con muchas ganas y con la responsabilidad de que cumpliera las expectativas que habían generado en nosotros “los nuevos”.

Al grupito que llegamos por la tarde, después de dar varias vueltas con el coche alrededor del complejo deportivo, parecía que queríamos derrumbar las murallas de Jericó… (Josué 6), porque en el GPS no aparecía el nombre del pabellón y no coincidía con el nombre del polideportivo… ¡En fin! finalmente llegamos… Como se suele decir… “Vísteme despacio que tengo prisa”.


Nos esperaban los que habían leído bien todas las indicaciones y los que habían llegado por la mañana. Nos situamos en la zona alta de las gradas, teniendo en cuenta el calor de esos días (plena ola de calor…) estar allí, nos permitió sentir el fresquito de los aires acondicionados que colgaban del techo del pabellón. Teniendo en cuenta que era un pabellón deportivo, con un par de carteles enormes de baloncesto, viendo el escenario a lo lejos, con una banda de música, tanta gente… nos costó centrarnos un poco, al menos a mí.


Por la mañana había tenido lugar la Eucaristía, lo cuál de primeras, nos generó cierta desilusión por no haber podido participar, pero enseguida empezaron los testimonios, en general, relacionados con los seminarios de vida en el Espíritu (SVE) y cómo Dios había actuado en sus vidas: el de dos adolescentes, una mujer y el de un sacerdote. Este último comentó que había dedicado mucho esfuerzo en cultivarse intelectualmente, se había doctorado en Roma y seguía estudiando… pero al parecer, un máster al que había asistido, por la temática que trataba (tampoco es cuestión de reescribir su historia), le afectó más de lo debido y empezó a encontrarse mal, por lo que buscó ayuda y consejo en una persona de su confianza que le recomendó ir a un seminario de vida en el Espíritu. Este sacerdote, ya lo dijo él, lo de moverse alabando y rezar en voz alta… como que no era lo suyo. Sin embargo, cuando se retiró a su habitación percibió la acción de Dios que, de manera desgarradora y dolorosa para él (según contó), le hizo sentir que lo que el Señor le estaba pidiendo no era saber mucho y que le entendieran unos pocos (por resumirlo), sino hablar desde su corazón al corazón de los demás para hacer llegar el Evangelio a la mayoría, lo cual, para él, suponía romper y cambiar todos sus planes, agenda, compromisos, clases, la manera en la que dirigirse a los feligreses etc.… A pesar de todo, lo hizo y lo sigue haciendo, según contó, encontrando la paz que le faltaba cuando acudió al seminario de vida en el Espíritu.

Como estábamos lejos, mirábamos la pantalla gigante que había detrás del escenario y que iba enfocando a los intervinientes. Sin embargo, a algunos, nos llamó la atención algo que resplandecía en una esquina del escenario y que de primeras sólo pude distinguir que se trataba de un cuadro, porque la cámara que reproducía la imagen en la pantalla no enfocaba aquello que reflejaba con tanta intensidad la luz de los focos. Teniendo en cuenta que había flores en la parte inferior y que había una imagen de Cristo en la Cruz al lado… supuse que se trataba de un cuadro de la Virgen María, pero no se distinguía desde allí. Así es que, en cuanto llegó el descanso, bajamos a ver de qué se trataba. Allí nos encontramos con algunas personas del grupo carismático de la parroquia de Santa Eugenia que habían estado con nosotros en la Vigila de Pentecostés (como ya os contamos en aquella reseña), que reconocieron a Brenda y nos dijeron que les había pasado lo mismo con el cuadro. La imagen me pareció la de la advocación de la Virgen María del Perpetuo Socorro, advocación de la que tuve conocimiento hacía pocos días, porque su celebración había sido esa semana y me lo había contado mi amiga Isabel, que tiene un especial cariño a esta advocación de la Virgen, así es que, le envié una foto para que me lo confirmara. Imagen que a lo largo del verano he ido identificando en diferentes lugares.



En el pabellón, se había habilitado una sala a modo de capilla, con exposición constante del Santísimo para orar en silencio.



Para finalizar la jornada, se llevó a cabo la adoración en el pabellón, con una advertencia por parte del sacerdote que la dirigió, para no confundir la celebración con un espectáculo, porque efectivamente, estar fuera de un templo, con un escenario, una banda de música, focos, en un ambiente de celebración etc., podía llevarnos a ello, pero cuando apareció el Señor, en una custodia enorme que se veía desde todas partes, su presencia nos atrajo a todos y cada uno lo vivió a su manera poniéndole a Él en el centro.


Día 2:

Este día acordamos ubicarnos en la zona de gradas que nos correspondía, pero más abajo y más cerca del escenario para ver bien. Por la mañana hubo una enseñanza impartida por el P. Eduardo Toraño, en la que se hizo hincapié en que nuestros nombres están escritos en el Cielo y que para llegar a la Luz hay que pasar por la cruz... Tuve la sensación de recibir “una de cal y una de arena”. Después, llegó "el plato fuerte", la Eucaristía.





Me llamó la atención que fue celebrada por el obispo de Vitoria, ¡qué nivel! ¡un obispo! – pensé-. Junto con los seminaristas, al menos un diácono y los sacerdotes, todos juntos y vestidos para la celebración, me pareció que eran un número considerable. Yo no había estado nunca en una Misa con tanto clero.

La homilía, a mi parecer, fue muy ungida, a decir verdad, no me acuerdo exactamente de las palabras que dijo, pero sí de la sensación que tuve: fue como un bálsamo para mi corazón, que me preparó para vivir durante la comunión, el momento más intenso a nivel personal...

Cerré los ojos, entré en oración y la canción que estaba sonando y que no conocía, empezó a integrase en mi conciencia y me hizo recordar algo que casi había olvidado, me afectó bastante, pero en el buen sentido. Por lo que comentamos después entre varias personas, no fui la única a la que la canción y el momento… le llegó al alma. Así es que, aquí os la dejo por si os ayuda a rezar.

Después de tantas emociones, llegó el momento de la comida, como la mayoría de los nuevos, yo llevaba un bocadillo y una botella de agua y pensaba en sentarme en el césped sin más, pero los veteranos y la Divina Providencia, porque yo no sé de dónde salió tanta comida, hizo que tuviéramos hasta mantel. Sí, en el césped, pero comimos sobre una tela a modo de mantel todo el grupo, juntos, compartiendo la comida y bebida que habían traído en neveras portátiles. Ese gazpacho fresquito, las empanadas de varios tipos, tortilla de patata y muchas otras cosas… aquello fue un picnic de nivel. En frente, teníamos al grupo de Cuenca acompañados por el P. Arturo al que se unió Zoila, que entre bocado y bocado no dejaron de cantar y bailar todo el rato que estuvimos allí. ¡Qué divertido!

Por la tarde también hubo una enseñanza impartida por Rosa Cruz (muy interesante) que finalizó con una canción compuesta por ella, de adoración al Espíritu Santo. Sin embargo, el momento que más me impresionó a nivel colectivo, fue la adoración con exposición del Santísimo que empezó a continuación.


Se trataba de una adoración de sanación (o eso me pareció entender) y se pidió a los jóvenes que allí estaban, que se pusieran en la parte delantera alrededor del escenario para poderles acercar al Santísimo. Y a los demás, nos pidieron que rezáramos por ellos. Así es que, otra sorpresa al ver a un número considerable de jóvenes que empezaron a bajar de las gradas y prácticamente no cabían en la zona que se les había dicho. Y si ya Jesús dijo a sus discípulos que si dos se ponen de acuerdo para pedir algo se les concederá porque donde dos o tres están reunidos en su nombre, allí está él en medio de ellos… (Mt 18, 19:20), pues os podéis imaginar qué experiencia tan fuerte, en un lugar donde cientos de personas, estábamos reunidos en nombre de Jesucristo y todos rezando por lo mismo. ¡Muy fuerte! Al principio, yo estaba rezando con los ojos cerrados y no quería abrirlos, pero después de un rato, se pidió desde el escenario que los sacerdotes que estaban en las gradas, con los grupos de sus parroquias, bajaran a colaborar por el poder de la imposición de manos y de intercesión que tienen… así es que, ya no pude contenerme y abrí los ojos. Me sobrecogió ver a algunos jóvenes bastante mal, hubo momentos en los que los sacerdotes no daban abasto tratando de acercarse y atender a aquellos que más lo necesitaban. Yo pensaba: si todos estos jóvenes están aquí, es porque son seguidores del Señor, por lo que, deben ser buenas personas, además, siendo tan jóvenes… “sus mochilas” todavía no deberían ir muy cargadas. Sin embargo, los estímulos a los que están expuestos y cada vez desde más temprana edad, la sociedad tan competitiva en la que nos encontramos y un sin fin de cuestiones… hacen que sean un colectivo muy vulnerable y que, por tanto, en la medida de lo posible, y en mi humilde opinión, deben ser un grupo objetivo en las parroquias y en las familias al que cuidar y estimular con alternativas más saludables para su cuerpo, mente y por supuesto, para su espíritu, dando prioridad a la creatividad para identificarlas y llevarlas a cabo, no es tarea fácil.


Día 3:

Siendo domingo, la jornada acababa a medio día después de la Eucaristía y se permitía la asistencia de los familiares que así lo desearan. Yo no estuve, pero los que sí pudieron asistir volvieron igualmente entusiasmados.


Vivir una jornada de oración personal y en grupo, con tanta gente, rezando unos por otros, alabando a Dios sin complejos, como hizo el Rey David delante del Arca de la Alianza (2 Samuel 6), merece la pena. Es verdad que el precio de la inscripción podía suponer una barrera para muchos, pero a nivel particular o desde los propios grupos se hizo un esfuerzo para que todo aquel que quisiera ir, pudiera asistir. Durante los tres días, hubo servicio de guardería con actividades para niños y niñas de diferentes franjas de edad, venta de libros y artículos diversos. Aprovecho para dar gracias a Dios, a los organizadores, a los que dieron testimonio y a los voluntarios que trabajaron para que la asamblea fuera un éxito y a todos los que de una manera u otra facilitaron y me animaron a asistir. Y una mención especial, a las personas que dedicaron gran parte de su tiempo a interceder por aquellos que se lo solicitaban durante los descansos, como fue el caso de Laura y de muchos otros, os aseguro que acabaron exhaustos, sirviendo a muchos por Él y para Él.


Esta fue mi experiencia, en algunas cosas me imagino que coincidiré con los que estuvieron y en otras no, pero esa es también la grandeza del Señor, que lo mismo nos llega a cada uno de manera diferente.


Pues si has llegado hasta aquí, creo que ya estás empezando a calentar motores para el inicio del nuevo curso ¡a ver qué nos depara! tratando de seguir los pasos de nuestro Señor Jesucristo dejándonos guiar por el Espíritu Santo...


Verónica -Shemá Israel-

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